lunes, 3 de noviembre de 2014

Recuperación económica en España, o de los factores contrarrestantes de la crisis de rentabilidad

Desde finales de 2013 el gobierno del PP viene insistiendo en la idea de que España está saliendo de la crisis, idea que se ha reforzado tras conocer los datos económicos del segundo trimestre de 2014 que apuntaban un crecimiento interanual del PIB del 1.2%. Sobre este diagnóstico, la oposición ha venido criticando que dicho crecimiento de la producción general española no tiene un efecto real sobre el malestar social generado por las políticas de austeridad que se han venido aplicando sistemáticamente sobre los sectores más vulnerables de la sociedad desde marzo de 2009, fecha en la cual el gobierno del PSOE procedía a rescatar la Caja de Castilla La Mancha. La interpretación que se propone a continuación recopila ambas posturas bajo el razonamiento de que España ha salido de la crisis como resultado del deterioro de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la sociedad, y que por lo tanto, este crecimiento de la producción, lejos de conducir a una recuperación de las garantías sociales que constituían el “estado de bienestar”, está obligado, para mantenerse, a sostener e intensificar la inseguridad social y la precariedad laboral como nuevos escenarios de normalidad social. O en otras palabras: no hay ninguna razón que justifique la esperanza de que la recuperación social se producirá como el correlato necesario de la recuperación económica. 

Esta viñeta expresa la paradoja típica de la acumulación capitalista, es decir, que la realización de la ganancia impide que el incremento de la productividad a través de la mecanización repercuta en una mejora efectiva de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la sociedad. A esta viñeta podrían sumarse otros numerosos ejemplos análogos con los que las sociedades modernas se han acostumbrado a convivir, tales como la coexistencia de una sobreproducción de alimentos con un amplio sector social que padece enormes dificultades para cubrir sus necesidades nutricionales, de una sobreproducción de energías con un amplio sector social que no dispone de calefacción o agua caliente, y la coexistencia de puestos de trabajos sin cubrir (horas extras, trabajos sin contrato) con cinco millones de parados, por señalar algunos de ellos. Y es que desde su origen, la Modernidad vino acompañada de las crisis de sobreproducción, una patología que en cualquier otra época habría parecido absurda. Resulta paradójico que las principales crisis que han sacudido este periodo no son crisis de escasez de producción, sino de un exceso de producción. ¿Por qué ocurre esto? En principio, desestimar de antemano la posibilidad de la escasez de producción como causa posible de la crisis quiere decir que se excluye la posibilidad de recurrir a factores explicativos que atienden a las inclemencias naturales. Las crisis de sobreproducción remiten más bien a los problemas de realización de la rentabilidad inherentes a la lógica del proceso social de la acumulación capitalista.

El proceso de acumulación típicamente capitalista se desarrolla a partir de la mecanización de la producción. La mecanización de la producción consiste en la sustitución relativa de fuerza de trabajo por medios de producción y es consustancial a la acumulación capitalista por cuanto sirve de instrumento a los capitales para aumentar la productividad con la que bajar el precio de sus mercancías en un marco de competencia en el que todos los capitalistas tienen que realizar movimientos similares si no quieren dejar de ser competitivos. Este constante incremento de la mecanización en un marco en el que el reparto de los productos del trabajo se realiza mediante la competencia de los capitales en el mercado, termina necesariamente por comprometer la rentabilidad de los capitales o la proporción de la ganancia en relación al capital invertido. Las crisis son estas interrupciones en el ritmo de la acumulación que derivan de las dificultades para llevar a cabo la valorización del capital que da sentido a dicha acumulación y son, a su vez, el mecanismo saneador que con la cada vez mayor destrucción de fuerzas productivas (cierre de empresas, despidos,..) permite recomponer las condiciones de la rentabilidad. Esta tendencia del proceso de acumulación capitalista a comprometer la rentabilidad es conocida como "ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia": como tendencia inherente al proceso de acumulación capitalista, se formula con rango de ley, pero el objeto de dicha ley tiene un estatus "tendencial" por los factores contrarrestantes (recetas del FMI: políticas de austeridad, rescate de bancos, privatizaciones de servicios públicos y energías estratégicas, etc.) que por el momento puedan evitar su caída efectiva. Que el necesario incremento de la productividad por medio de la mecanización provoque dificultades crecientes en la realización de la ganancia lleva a caracterizar la economía capitalista como crecientemente contradictoria o paradójica.

Las crisis del capitalismo se definen, no a partir de la escasez de producción, sino a partir de las dificultades crecientes que encuentran los capitales para obtener ganancia (o rentabilidad de sus inversiones), para lo cual, las recetas fondomonetaristas funcionan como factores contrarrestantes a dichas dificultades. Pero además, en los estadios más avanzados del desarrollo del capitalismo, el recrudecimiento de estas dificultades (crecientes) de realización de la rentabilidad hace que el recurso a los factores contrarrestantes de la caída de la ganancia sea insuficiente en todo caso para restablecer el crecimiento económico (aumento de la producción por encima del 3% del PIB), y que en el mejor de los casos no pase de disponer las condiciones para sostener el estancamiento económico (aumento de la producción en tornno al 1,5% del PIB). A la luz de esta interpretación está fuera de lugar pensar que la recuperación económica, esto es, el restablecimiento de la ganancia, vendrá seguida de la recuperación de las garantías sociales y laborales que constituían el estado de bienestar, sino que más bien cabe esperar todo lo contrario, es decir, que las reformas introducidas en los últimos años configurarán el nuevo marco de normalidad social por cuanto son la condición de posibilidad de la recuperación económica (entedida como restablecimiento de la tasa de ganancia).  

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