Desde 1959, el terrorismo procedente de
Estados Unidos ha costado la vida a 3.478 cubanos y ha dejado a otros 2.099 cubanos incapacitados. El
caso más sangrante es el de Luis Posada Carriles, responsable de
más de un centenar de asesinatos, entre ellos el atentado del 6 de
octubre de 1976 que provocó la explosión en pleno vuelo de un avión
civil en Barbados, ocasionando la muerte de 73 personas, entre ellas
todo el equipo juvenil de esgrima que acababa de ganar los juegos
panamericanos. Posada Carriles es también el autor declarado de la ola de atentados terroristas con bombas contra la industria turística cubana entre abril y septiembre de 1997
que costó la vida al ciudadano italiano Fabio di Celmo y dejó decenas de víctimas. Cuba infiltró entonces a varios agentes en Florida para impedir la realización
de los proyectos terroristas de grupúsculos de extrema derecha de
origen cubano. Tras reunir un voluminoso informe sobre 64 personas
implicadas en actos violentos contra la isla, La Habana transmitió la
información al FBI. En vez de proceder al arresto de los individuos que
pertenecían a organizaciones criminales, Washington arrestó a los cinco
agentes infiltrados en el exilio cubano y los condenó a penas de prisión
que van de 15 años a cadena perpetua, en un juicio que denunciaron Amnistía Internacional, las Naciones Unidas y no menos de diez Premios Nobel. Desde entonces los gobiernos de Cuba y Venezuela vienen acusando a Washington de albergar a terroristas de origen cubano responsables de varias centenas
de asesinatos, algo que Estados Unidos no niega. Pues bien, hoy hace 15 años que los Cinco agentes cubanos fueron detenidos en Estados Unidos (12 de septiembre de 1998), en este marco de terrorismo contra Cuba, donde permanecen recluidos desde entonces cumpliendo condena por espionaje. Con motivo de este drámatico aniversario, las autoridades cubanas han desarrollado diversos actos a lo largo del día para exigir la excarcelción de sus Cinco Héroes.
Mensaje de los Cinco Héroes Cubanos.
A la conciencia del mundo y al pueblo norteamericano
Hace hoy 15 años, el 12 de septiembre de 1998, que la brutalidad de
cinco arrestos simultáneos irrumpió en nuestros hogares para dar
comienzo a uno de los capítulos más bochornosos de la historia legal
norteamericana: El juicio contra quienes hoy somos conocidos por Los
Cinco.
El arresto y juicio de Los Cinco quedará
para la historia como uno de los más ignominiosos y viles episodios de
las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Meses antes, tras la
intermediación del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, se
habían abierto las puertas a una significativa cooperación entre ambos
países en la lucha contra el terrorismo. En junio de ese año, una
delegación del FBI visitó a Cuba y tras recibir copiosa información
sobre las actividades terroristas organizadas impunemente contra la isla
desde Miami, prometió a su contraparte cubana que tomaría acciones al
respecto.
Dando un golpe bajo el gobierno de
William Clinton, en lugar de arrestar a los terroristas, arrestó y llevó
a sus tribunales a quienes estábamos recogiendo información para evitar
el daño que estos hacían a la población cubana. El sistema judicial
norteamericano fue utilizado abiertamente como un medio para proteger a
los terroristas y en una atmósfera de linchamiento fuimos llevados
frente a un jurado amedrentado. Crueles condiciones de confinamiento se
utilizaron para quebrarnos, y para impedir que preparáramos una defensa
adecuada. La mentira se adueñó de la sala.
Evidencias fueron adulteradas, dañadas o
suprimidas. Las órdenes de la jueza fueron abiertamente burladas. Los
terroristas citados como testigos por la defensa fueron amenazados en
público con la cárcel si no se acogían a la Quinta Enmienda contra la
autoincriminación. Expertos y oficiales del gobierno norteamericano
justificaron o desdeñaron abiertamente el daño que los terroristas hacen
a Cuba. Todo esto frente a una prensa que optó por mantener en la más
absoluta ignorancia al pueblo norteamericano, mientras la sede del
juicio era bombardeada inmisericordemente con un barraje de propaganda
en contra de los acusados.
El 8 de junio de 2001 un jurado que
llegara al punto de quejarse de su miedo al acoso de la prensa local
—que, luego se revelaría, había sido pagada profusamente por el gobierno
norteamericano— nos declaró culpables de todos los cargos, incluyendo
uno respecto al que los fiscales, en moción de emergencia al tribunal de
apelaciones de Atlanta, habían reconocido que a la luz de las pruebas
aportadas no sería posible lograr un veredicto de culpabilidad.
La deplorable conducta de los fiscales,
jueces y del gobierno norteamericano en este caso no son un accidente.
Es imposible comportarse éticamente cuando por un fin en que se mezclan
el odio político con la arrogancia personal y la venganza se levantan
cargos cuya defensa solo puede hacerse con la burla a las leyes, la
prevaricación y el abuso del poder. El círculo vicioso que se iniciara
con la decisión política de abrumarnos de acusaciones —las más serias
totalmente fabricadas— para obligarnos a transigir, no podría sino
redundar en una conducta cada vez más despreciable por parte de los
fiscales.
Pero no transigimos, porque un despliegue
de fuerza bruta no implica la posesión de la moral por parte de quien
la ejerce. No transigimos, porque el precio de mentir para satisfacer
las expectativas de los fiscales nos pareció demasiado degradante. No
transigimos, porque el implicar a Cuba —la nación a la que estábamos
protegiendo— en acusaciones falsas para engrosar un expediente del
gobierno norteamericano contra la isla hubiera sido un imperdonable acto
de traición al pueblo que amamos. No transigimos, porque aún los
valores humanos, para nosotros, son algo preciado sobre lo que descansa
la transformación del hombre en una criatura mejor. No transigimos,
porque implicaba renunciar a nuestra dignidad, fuente de autoestima y
amor propio para cualquier ser humano.
En lugar de transigir optamos por ir al
juicio. Un juicio que de haber sido reportado hubiera puesto en cuestión
no solo este caso, sino al sistema federal de justicia de los Estados
Unidos. Si el conocimiento de lo que ocurrió en esa sala de justicia no
hubiera sido escamoteado al pueblo norteamericano al que nunca causamos,
o intentamos causar, el más mínimo daño, hubiera sido imposible montar
el circo romano en que se tornó esa parodia de juicio.
Han transcurrido ya quince años en los
que el gobierno norteamericano y el sistema de justicia de ese país han
hecho oídos sordos al reclamo de los organismos de las Naciones Unidas,
Amnistía Internacional, varios premios Nobel, parlamentarios o
parlamentos en pleno, personalidades e instituciones jurídicas y
religiosas. Solo el levantamiento de ese otro bloqueo, el que se ha
impuesto al pueblo de los Estados Unidos para que lo desconozca, haría
posible la esperanza de que se ponga fin a esa injusticia.
Hoy la isla de Cuba amanecerá colmada de
cintas amarillas. Será el pueblo cubano el protagonista de este mensaje,
que apela a un símbolo que se ha hecho tradición para el pueblo de los
Estados Unidos. Será un enorme reto para quienes se han empeñado con
tanto éxito en silenciar este caso, en negarse ahora a informar al mundo
de este hecho probablemente inédito: que un pueblo entero ha engalanado
su país para pedir a otro que exija de su gobierno la liberación de sus
hijos injustamente encarcelados.
Entretanto, Los Cinco seguiremos siendo
merecedores de este masivo despliegue de cariño; seguiremos siendo
dignos hijos del pueblo solidario y generoso que lo protagoniza, y del
apoyo de quienes alrededor del mundo se han unido a nuestra causa;
seguiremos denunciando esta injusticia que dura ya 15 años y nunca
cederemos, ni un ápice, en la ventaja moral que nos ha permitido
resistir y aun crecernos mientras soportamos todo el peso de un odio
vengativo por parte del gobierno más poderoso del planeta.
Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René
No hay comentarios :
Publicar un comentario