lunes, 1 de julio de 2013

Syria: O Primavera árabe o desestabilización imperialista estadounidense


La Primavera árabe es el término al que se adhiere la burguesía en su conjunto y una parte de la izquierda (Rebelión, Gara, etc.) para interpretar las protestas populares que se han sucedido desde finales de 2010 en los paises de la costa sur del Mediterraneo y Oriente Medio como el anhelo popular de instituir las libertades democráticas y de mejorar las condiciones de vida de la población. Desde entonces, y en relación a este proceso, han caído cuatro gobiernos (el de Zine El Abidine Ben Ali en Tunez, el de Hosni Mubarak en Egipto, el de Muamar el Gadafi en Libia, y el de Ali Abdullah Saleh en Yemen), otros cuatro gobiernos han  introducido reformas laicistas y democráticas en sus paises (Marruecos, Jordania, Kuwait y Omán), y en el caso de Syria (y de Libia) las protestas han desatado una guerra civil que, aun a día de hoy después de dos años de conflicto, se pronostica duradera. La dificultad de esta interpretación de las protestas populares agrupadas bajo el término de Primavera árabe se encuentra en explicar las sucesivas intervenciones de Estados Unidos y sus aliados europeos en las protestas de distintos paises, evidentes en Egipto, Libia, Yemen, y ahora en Syria. Por ello, otra parte de la izquierda recelosa de la "justicia infinita" y de la "libertad duradera" (términos bajo los que se legitimaron las guerras de Afganistan e Irak), se ha distanciado de la interpretación de la Primavera árabe tal y como se ha explicado hasta aquí y ha situado los intereses internacionales sobre la región en el centro de gravedad de su análisis, perspectiva desde la que buena parte de estas protestas populares deben integrarse como parte de los esfuerzos de Estados Unidos por desestabilizar a los paises de la zona y sustituir sus gobiernos por otros que respondan fielmente a los intereses económicos estadounidenses en la región. El problema está en que a la luz de esta perspectiva, la interpretación de la Primavera árabe y el posicionamiento político que de ella se sigue aparecen como ideologías que sirven a los intereses imperialistas y (por mucho que traten de desmarcarse) legitiman la intervención militar. A día de hoy, cuando Obama ha autorizado la colaboración de la CIA con los terroristas de Syria, y puesto que los intereses imperialistas se encuentran en permanente fricción con los intereses de los trabajadores, es inaceptable e incompatible con la defensa de los intereses de la clase trabajadora que la izquierda se empeñe en integrar la guerra civil de Syria en el marco de la "Primavera árabe" sin dejar a su vez de ser izquierda.

Tomado de Rebelion.org:

"Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia que ampare los derechos sociales y económicos de la mayoría"

Hace meses que amplios sectores de la sociedad siria se unieron a la esperanzadora ola cívica que recorre el Magreb y el Machreq bajo la denominación de “primavera árabe”. Sin embargo, la primavera siria se ha tornado en un terrible baño de sangre. Millares de manifestantes pacíficos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad del régimen de Bachar Al-Asad, que no ha dudado en recurrir al bombardeo de ciudades y pueblos. Un número aún más elevado de personas han sido detenidas y sistemáticamente torturadas. Los derechos humanos básicos, desde el derecho a la vida al de expresión, están siendo masivamente violados por las autoridades sirias en un país cerrado a la información independiente. Quienes suscribimos esta declaración queremos expresar nuestra condena por estos hechos: no hay justificación posible para esta guerra abierta que el régimen sirio libra impunemente contra su propio pueblo.
El régimen sirio miente para justificar la brutal represión de su propia población. Como tantas otras veces, la dictadura de Bachar Al-Asad vuelve a agitar como un espantajo el peligro de la ruptura sectaria o del terrorismo islamista, o la falsa disyuntiva entre la soberanía y la dignidad del Estado y los derechos y las libertades de sus ciudadanos. Sin embargo, no hay indicio alguno que permita conjeturar sobre una inducción exterior de las protestas o que permita argumentar que las aspiraciones de los ciudadanos sirios son distintas a las que otros ciudadanos árabes manifiestan en sus países. Desde Marruecos a Bahréin la reivindicación es esencialmente la misma: un cambio pacífico y radical que instaure una democracia política real y que ampare y promueva los derechos sociales y económicos de la mayoría. El hilo que engarza las cuentas de las nuevas rebeliones árabes de 2011 —también la de Siria— es la esperanza colectiva en que las próximas generaciones puedan crecer en libertad, hombres y mujeres amparados por el principio universal de ciudadanía, no como súbditos sometidos al pillaje, al terror, a la humillación y a las arbitrariedades de sus dirigentes.
¿Acaso no son éstas nuestras propias aspiraciones, las de cualquier sociedad? Sin embargo, sorprendentemente, cuando más solidaridad demandan los hombres y las mujeres de Siria y cuando parece más justificado y necesario hacérsela llegar desde Europa y América Latina, sectores de la izquierda internacional, defensores en sus propios países de proyectos emancipatorios con los que nos identificamos y que apoyamos, abonan argumentos justificativos de la dictadura siria, basándose en teorías conspirativas y estereotipos ideológicos que han dejado de ser válidos. No hay dictaduras “progresistas”, y condenar selectivamente los crímenes de unos gobiernos mientras se silencian los de otros nos lleva a incurrir en el mismo doble rasero que tan justamente denunciamos en nuestros dirigentes.
Ante la inoperancia internacional, la sociedad siria parece abandonada a su suerte. Conocemos muy bien las reglas que rigen el mundo contemporáneo, aquellas que permiten al tiempo que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas vete la creación de un Estado Palestino y la condena de la represión del régimen sirio. Los árabes son víctimas del cinismo mercantilista que rige las relaciones internacionales, que valora en cada caso cuándo es conveniente intervenir y cuándo no lo es, siempre en función de intereses ajenos a los de las poblaciones afectadas. Nuestra condena no encubre la solicitud de ninguna intervención militar occidental ni la imposición de un asedio medieval contra la población siria. Rechazamos abiertamente —como lo hacen los propios sirios, que luchan por su libertad— cualquier forma de presión militar y de tutelaje colonial. Pero nos resistimos a aceptar que nada pueda hacerse frente a lo que está ocurriendo en Siria, que la pasividad y el silencio amparen los crímenes que se están cometiendo en Siria.
PRIMERAS FIRMAS
Santiago Alba Rico, Carlos Varea, Piedad Córdoba Ruiz (Colombia), José Luis Sampedro, Sami Naïr, Javier de Lucas, José Camilo López Valls (Cuba), Carlos Taibo, Gilberto López y Rivas (México), Javier Sádaba, Gaspar Llamazares, Atilio Borón (Argentina), Teresa Aranguren, Jaime Pastor, diputada Liliana Olivero (Argentina), Francisco Fernández Buey, Jorge Reichmann, Angélica Lagunas (Argentina), Roberto Montoya, Lobna Dahech (Túnez), Carlos Fernández Liria, Juan Carlos Monedero, Olga Rodríguez, John Brown (Bélgica), Miguel Romero, Manuel García Fonseca, Juan Luis Ruiz Giménez, Enrique Santiago, Olga Lucas, Yayo Herrero López, Antonio Cuesta Marín, Miguel Lamas (Bolivia), Carlos Alberto Ruiz Socha (Colombia), Carlos Sanchís, Luis González Reyes, Itziar Ruiz Giménez, Joaquín Sempere Carreras, Igor Sádaba, Isabel Alba, Javier Barreda, Patricia Rivas, Luis Alegre Zahonero, Inmaculada Jiménez Morell, Francisco Puche, Alberto Montero, Antonio Crespo, Esther Vivas, Ignacio Gutiérrez de Terán, Alejandro Del Águila Mejía (Guatemala), Ángeles Ramírez, Raúl Maíllo García, Javier Couso Permuy, Salvador López Arnal, Antoni Domènech, Alerce Fernández Sánchez, Ana Ruth Vidal Luengo, Miguel Urbán, Houmad el-Kadiri el-Mahdi, María Jesús Fuentes Rebollo, Gladys Martínez López, Sara Sánchez Moreno, Dolores Nauffal Manzur, Dionisio Vacas Cosmo, Paloma Valverde, Agustín Velloso Santisteban, Susana Merino (Argentina), Ester Sanz Murillo, Juan Antonio Baeza Labat, Julio Rodríguez Bueno, Carlos Varias García, Ernest Garcia, Ricardo García Zaldívar, Carlos Ballesteros García, Francisco Altermir, Hector Grad, Cristina Ruiz-Cortina Sierra, Anne Martin, Fina Alemany Costa, Francisco Ruiz De Pablos, Decio Machado Flores, María Rosa de Madariaga Álvarez-Prida, José Luis Lalueza Sazatornil, Joaquina Ramilo Rouco, Nadia Hindi Mediavilla, Santiago González Vallejo, Jaume Saura Estapà, Antonio Martínez Castro, Cristina García Cecilia, Jesús Zanón Bayón, José Luis Carretero Miramar, Aurora Lago, Lucía Molina Martínez, Maria Josefa Sabriá Pau, Ana Ruth Vidal Luengo, Husein Khzam, Gorka Larrabeiti (Italia), José Díaz Sánchez de la Blanca, Toño Hernández, Sinfo Fernández, Luis Martín-Cabrera (EEUU), Cristina Mas, Josep Lluís del Alcázar, Miquel Blanch, Marga Olalla, Luis Carlos Gómez-Pintado, Muhittin Karkin (Turquía), Franck Gaudichaud (Francia), Soledad Delgado Moracho, Fernando Beltrán Llavador, Evgeny A. Shlevkov, Miguel Brieva Estrada, Mª Pau Vila Pastor, Javier Mestre Marcotegui, Manuela Valadés Feito, Lluís Isern Sitjà, Alerce Fernández Sánchez, María Camacho Castaño, Ana García Romero, Guillermo García del Busto Miralles, Ana Andrea Sánchez López, Francisco García Pérez, Lucía Mazarrasa Alvaer, Joan Tenorio Martínez, Lola Bernal Armengol, Ramón Farres Puntí, Carmen Safont Edo, Carlos Javier Moreno García, Jónatham F. Moriche, Anahí Seri, Javier de Vicente, Manuel Zaguirre, Patricio Suárez, Nelly Benavides (Ecuador), María Aurora Álvarez Suárez, Diego López Álvarez, Diego García Bautista (México), Germán Hurtado Aldana (México), Sergio Medina (México), Pascual de Jesús González (México), Isabel Hernández (México), Sandra Gómez (México), Magdalena Trejo (México), Andrés García Galeana (México), Miguel Ángel Álvarez (México), Leonardo Uribe Hernández (México, Enrique González Rui, Sirin Adlbi Siba, Teresa Arenillas Parra, Manoli Etxeberri, Mikel Goenaga Aramburu, Mila Larburu Agirre

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