A nivel internacional, Corea del Norte, Irán, Siria, Afganistan, Mali, Cuba, Venezuela y Libia son algunos ejemplos de los malvados países que han intentado extender sus regímenes de terror al resto de la humanidad por medio de la violación sistemática de los derechos humanos, de amenazas nucleares y de atentados terroristas contra la libertad y contra los valores de las democracias occidentales. Mandatarios íntegros, elegidos democráticamente, han sabido frenar esta ambición, y han opuesto la fuerza de la democracia al radicalismo religioso y al totalitarismo de los regímenes hereditarios. A nivel nacional, España atraviesa una crisis económica que nos afecta a todos en la misma medida y de la que todos hemos sido responsables al vivir por encima de nuestras posibilidades, y para salir de la crisis tenemos que darnos cuenta de que todos estamos en el mismo barco y de que, por lo tanto, debemos remar en la misma dirección, aunque grupos radicales, vinculados con ETA en muchas ocasiones y cuyos líderes buscan enriquecerse por la vía fácil, están empeñados en resucitar los viejos fantasmas de las dos Españas y en emplear métodos que atentan contra el interés general y la libertad de todos los españoles, ante lo cual la intervención de las instituciones mejor valoradas por la ciudadanía, el ejército y la policía, está más que justificada. La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿Cómo es posible que opere esta representación del mundo en la mayoría de las personas?
Ni el alcalde de Marinaleda, Jose Manuel Sánchez Gordillo, ni el portavoz del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), Diego Cañamero, ni la portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau, ni la presidenta de la Asociación 11-M: Afectados de terrorismo, Pilar Manjón, en definitiva, los que no tienen poder como anunciantes o propietarios de una gran empresa mediática no son los protagonistas de los medios de comunicación, sino que los cortos espacios que salen en en ellos es unicamente para demonizarlos: los caricaturizan y los simplifican hablando insistentemente de la noticia como efecto y ocultando sus causas. En sintonía con este manual de manipulación mediática, el pasado 24 de mayo la Sexta emitía un bochornoso
programa donde ridiculizaba a Juan Manuel Sánchez Gordillo reduciendo su
trayectoria política a la de un vulgar ladrón de supermercados. No sólo es importante lo qué se dice, sino también lo que no se dice, pues con este programa la sexta ha dejado fuera de la noticia el carácter político que motivaron las acciones del SAT en Mercadona, que era acaparar una atención mediática suficiente sobre la que delatar y denunciar públicamente el carácter instrumental de las leyes respecto de los intereses de los capitalistas, contribuyendo con ello a fortalecer esa percepción del mundo interiorizada en las personas que hacen una lectura superficial de la información, en la que Sánchez Gordillo, el SAT, y miles de campesinos movilizados junto a ellos aparecen representados como una cuadrilla de vulgares bandoleros malvados que incumplen la ley al violentar la propiedad privada y que son, por tanto, meritorios de la desproporcionada represión que el gobierno democráticamente electo ha ejecutado, y ejecuta a día de hoy, sobre ellos.
¿Por qué sucede esta difamación periodística y con ella la agresión a la igualdad expresada en la violación del derecho de información? Porque, como dice el presidente Rafael Correa, "desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta". Ahora bien, en último término (aunque primero en cuanto a jerarquía), los dueños de la Sexta son los grandes monopolios bancarios y financieros de los que depende la industria de la comunicación hasta el punto que se ha llegado a establecer una fusión entre ambos por medio de la adquisición de acciones. Por lo tanto, preguntar por la voluntad del dueño de la imprenta corresponde a preguntar por la voluntad de los banqueros y de los especuladores, que no es otra que la de valorizar su capital en préstamo, o dicho de otra manera, la de rentabilizar sus inversiones. Luego, la libertad de prensa tiene que limitarse a legitimar el orden de cosas que favorecen estas condiciones de valorización del capital, y por lo mismo, a demonizar el orden de cosas que atente contra la sacrosanta propiedad privada.
Fuente:
Diario Octubre
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Diario Octubre
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