La historia del desarrollo de la industria y de la expansión de sus ideas políticas -cuyo origen situamos en torno a 1780- es la historia de la crisis de las monarquías absolutistas y de la ascensión de la burguesía revolucionaria a clase dominante -a partir de 1848. A pesar de todo ello, la
historia de la doble revolución no es simplemente la del triunfo de la
nueva sociedad burguesa, sino que también es la historia del surgimiento
del proletariado que organizado sobre la experiencia de las luchas de este periodo, se constituye como clase con unos conceptos, fines y aspiraciones acabados y separados de los de las clases medias.
La obra de Marx fue el correlato teórico de las nuevas relaciones de la sociedad burguesa que acompañaron a la revolución industrial, proporcionando con ello un paso de gigante para las ciencias sociales y la base para la formación organizada del proletariado. Por eso -decimos con Hobsbawm- el periodo histórico que confirma el triunfo de la sociedad burguesa iniciado con la primera fábrica del mundo moderno en el Lancashire y la Revolución francesa de 1789, termina en 1848 con la construcción de su primera red ferroviaria y la publicación del Manifiesto Comunista como expresión teórica de esta nueva formación histórica.
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