domingo, 6 de mayo de 2012

La lucha de clases como una perspectiva desde donde interpretar la Historia

¿Qué es la historia? Por lo que se está preguntando es por un criterio que nos permita distinguir los acontecimientos históricos de aquellos que no lo son, y darle una unidad interpretativa a esos acontecimientos. Un criterio es la perspectiva desde la que interpretamos la realidad, y la selección de estos criterios se hará en función de su capacidad explicativa. Formulemos pues la pregunta de nuevo, ¿qué es la historia? Quizá la primera respuesta que demos a esta pregunta sea que la historia se propone averiguar cómo han pasado las cosas. Aunque podemos sentirnos atraidos por esta definición, lo cierto es que se trata de una generalidad incomprensible, pues la historia no considera una puesta de sol como un acontecimiento histórico. Se podría añadir que a lo que se refiere esta definición es a cómo le han pasado las cosas al hombre, lo que no deja de ser una generalidad que necesita ser pulida con una discriminación más rigurosa porque el desprendimiento de una maceta que le parte la crisma a un hombre, por ejemplo, tampoco es un acontecimiento a considerar por la historia. Para discernir los acontecimientos históricos de aquellos que no lo son Marx propone otra respuesta al comienzo del capítulo primero del Manifiesto Comunista: "La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases". La finalidad de este documento es comprender la profundidad de la propuesta de Marx, y es con vistas a esta finalidad que la estructura del texto se articula en torno a la definición del concepto de "lucha de clases". Es por ello que se comenzará afrontando la definición de "clase social" para finalmente constatar o desechar la validez  del concepto de la "lucha de clases" como criterio de conocimiento desde el que comprender (en ningún caso predecir) el desarrollo de las civilizaciones humanas en la historia.

Parece adecuado proceder a la definición de clase social a partir del siguiente parrafo del Manifiesto Comunista: "Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos que se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes". Para comprender este parrafo debemos asumir dos cosas: la primera es que Marx es un economista, y la economía se ocupa de explicar los procesos de la sociedad para producir y repartir los medios de subsistencia, o dicho de otro modo, los procesos para asegurar su vida material y, con ello, su reproducción. Pues bien, decía que hay que tener en cuenta que Marx es un estudioso de los procesos económicos y, por lo mismo, considera las clases sociales desde la perspectiva relevante para la economía, es decir, a partir del modo cómo se relacionan los individuos con los medios de producción.  Desde esta perspectiva económica no hay lugar donde clasificar a las clases medias porque la forma como las clases medias se relacionan con los medios de producción no se diferencia un ápice de la relación del proletariado con los mismos: la división de las clases sociales según criterios adecuados para explicar acontecimientos sociológicos, como el nivel salarial (clase media, clase media alta) o la profesión (controladores aéreos, etc.), resultan del todo inoperantes para señalar y explicar fenómenos económicos. La segunda puntualización es asimilar que los intereses de los opresores y de los oprimidos, en función de su relación con los medios de producción, son siempre contradictorios entre sí (o el uno e el otro).

Donde hay desigualdad hay una relación entre el dominador y sus dominios, entre el opresor y el oprimido. La igualdad es precisamente la ausencia de estructuras de dominio. Ahora bien, ¿cómo se presenta esa desigualdad en nuestras democracias donde las leyes se aplican por igual a cada uno de los ciudadanos independientemente de su condición sexual, religiosa, etc.? La respuesta reza así: porque somos formalmente libres, pero estamos materialmente coaccionados, es decir, porque existe una coacción material que anula esa igualdad legislativa. La moderna sociedad burguesa, dice Marx a este respecto, no ha abolido las contradicciones de clase, sino que únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.

Más arriba se mencionó que como economista (como un estudioso que se propone delimitar y explicar los fenómenos económicos) a Marx le interesa considerar las clases sociales como la relación de éstas con los medios de producción, perspectiva desde la que decíamos que no tenía sentido hablar de clases medias porque éstas se entendían como desposeidas de los medios de producción, esto es, como proletariado; pues bien, así consideradas (desde su relevancia económica y no sociológica), en nuestra moderna sociedad capitalista hay dos grandes clases sociales: los propietarios de los medios de producción, y los desposeidos de los medios de producción, o como los denomina Marx, burgueses y proletarios. Fijémonos que trabajar es para el ser humano una función tan vital como respirar, pero el proletariado ha sido separado de los medios de trabajo, de sus pulmones (si seguimos la analogía), y su vida depende enteramente del hombre burgués, aquel que es propietario de los medios de producción pero que NECESITA una mercancía que mantenga sus medios de producción en funcionamiento, y es de este modo como se establece la relación del salario, aquella que se da entre el burgués y el proletario. En el salario el empleador no paga al empleado todo lo que produce, sino unicamente el precio de la mercancia fuerza de trabajo que se establece en función de lo que necesite esta mercancía para regenerarse con vistas a poder volver a ser utilizada. Pues bien, a esa relación que se establece en la producción entre el burgués y el proletariado, entre el que compra la mercancía fuerza de trabajo y el que la vende, a esa relación, digo, Marx le llama explotación; y a la diferencia entre el salario que le corresponde al trabajador y el que recibe (que no es más que lo necesario para asegurar su subsistencia) Marx le llama plusvalía o salario no pagado. La plusvalía, que se genera como hemos visto en esa relación de explotación, es la condición sin la cual no habría beneficio.

Hasta aquí se da por concluida la exposición de lo que son las clases sociales. Pues bien, consecuentemente con lo lo que hasta aquí hemos dicho sobre las clases sociales, la lucha de clases no puede ser otra cosa que la fricción permanente en la que entran los intereses de las diferentes clases sociales en el reparto de la riqueza, es decir, lo que beneficia a la una perjudica a la otra.  En la sociedad burguesa (la sociedad capitalista donde la clase dominante es la burguesía) la forma concreta que toma la lucha de clases se manifiesta en la tensión permanente, aunque con cambios de intensidad (velada unas veces, otras franca y abierta) que se establece entre los intereses de la burguesía y del proletariado por el reparto del salario (no sólo salario directo, sino también indirecto). En el contexto de crisis actual lo dificil no es explicar las recetas neoliberales recurriendo al concepto de lucha de clases, lo realmente extraordinario es explicar estas recetas operando desde la idea tan ampliamente aceptada de que todos estamos en el mismo barco y debemos remar en la misma dirección, como si no hubiese división de la sociedad en clases y todos (burgueses y proletarios) tuviésemos los mismos intereses, cuando lo cierto es que hay una escisión social que provoca que lo que beneficia a unos perjudica a los otros, esto es, que hay intereses de clases contrarios entre sí. Por ejemplo, del mismo modo que el paro o abaratamiento del despido beneficia a los propietarios de las empresas, perjudica enormemente a los trabajadores, y esta es una lectura para cada una de las reformas estructurales que se acometen no sólo desde el comienzo de la crisis, sino desde la entrada de nuestro país en la Unión Europea: política de privatización de empresas públicas (porque no hay sector privado que pueda competir con una entidad cuyo fin no es la obtención de beneficio, sino la satisfacción de las necesidades de la sociedad), disminución progresiva de los salarios, introducción progresiva de la temporalidad laboral,  etc., esto es, quitar siempre y progresivamente del mismo lado para ponerlo en el otro, lo que antes estaba en el lado de los salarios ahora está en el lado del salario no pagado o plusvalía, que es la fuente del beneficio. 

Aunque se podría estar tentado en pensar que el final de esta tensión entre intereses contrarios a la que hemos llamado lucha de clases se producirá cuando las clases dejen de existir, lo cierto es que del mismo modo que no hay un final de la historia, tampoco lo hay de la lucha de clases. Esto no quiere decir que no pueda llegarse a constituir una sociedad sin clases, sino que incluso una sociedad sin clases está expuesta al paso del tiempo, y la peculiaridad de el tiempo es que dentro de él ocurren las cosas, se van sucediendo, no permanecen inmutables por toda la eternidad como en la metemática y, por lo mismo, seguirá habiendo aspectos de la realidad contradictorios entre sí. Marx lo explica así en una carta a Joseph Weydemeyer del 5 de marzo de 1852: "Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1)que la existencia de las clases sociales sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2)que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3)que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases (...)". Para Marx la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado, recurso éste para hacer frente exclusivamente a la situación excepcional en la que, tras una revolución, el proletariado se estableciese como clase dominante, para disolverse paulatinamente junto con la burguesía, mediante la abolición de la propiedad privada capitalista, en la transición hacia una sociedad sin clases. Se trata de la emancipación de un contexto de relaciones de explotación en el que una clase no tiene sentido sin la otra, por ello la dictadura del proletariado es liberadora de los dos polos sociales, del oprimido y del opresor: se trata de establecer las condiciones que garanticen una igualdad material.

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