¿Qué es la historia? Por lo que se
está preguntando es por un criterio que nos permita distinguir los
acontecimientos históricos de aquellos que no lo son, y darle una unidad
interpretativa a esos acontecimientos. Un criterio es la perspectiva
desde la que interpretamos la realidad, y la selección de estos
criterios se hará en función de su capacidad explicativa. Formulemos
pues la pregunta de nuevo, ¿qué es la historia? Quizá la primera
respuesta que demos a esta pregunta sea que la historia se propone
averiguar cómo han pasado las cosas. Aunque podemos sentirnos atraidos
por esta definición, lo cierto es que se trata de una generalidad
incomprensible, pues la historia no considera una puesta de sol como un
acontecimiento histórico. Se podría añadir que a lo que se refiere esta
definición es a cómo le han pasado las cosas al hombre, lo que no deja
de ser una generalidad que necesita ser pulida con una discriminación más rigurosa porque el
desprendimiento de una maceta que le parte la crisma a un hombre, por ejemplo, tampoco es
un acontecimiento a considerar por la historia. Para discernir los
acontecimientos históricos de aquellos que no lo son Marx propone otra
respuesta al comienzo del capítulo primero del Manifiesto Comunista: "La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases".
La finalidad de este documento es comprender la profundidad de la
propuesta de Marx, y es con vistas a esta finalidad que la estructura
del texto se articula en torno a la definición del concepto de "lucha de
clases". Es por ello que se comenzará afrontando la definición de
"clase social" para finalmente constatar o desechar la validez del
concepto de la "lucha de clases" como criterio de conocimiento desde el
que comprender (en ningún caso predecir) el desarrollo de las
civilizaciones humanas en la historia.
Parece
adecuado proceder a la definición de clase social a partir del
siguiente parrafo del Manifiesto Comunista: "Hombres libres y esclavos,
patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una
palabra: opresores y oprimidos que se enfrentaron siempre, mantuvieron
una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha
que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la
sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes". Para comprender
este parrafo debemos asumir dos cosas: la primera es que Marx es un
economista, y la economía se ocupa de explicar los procesos
de la sociedad para
producir y repartir los medios de subsistencia, o dicho de otro modo,
los procesos para asegurar su vida material y, con ello, su
reproducción. Pues bien, decía que hay que tener en cuenta que Marx es
un estudioso de los procesos económicos y, por lo mismo, considera las clases sociales desde la perspectiva relevante
para la economía, es decir, a partir del modo cómo se relacionan los
individuos con los medios de producción. Desde esta perspectiva
económica no hay lugar donde clasificar a las clases medias porque la
forma como las clases medias se relacionan con los medios de producción
no se diferencia un ápice de la relación del proletariado con los
mismos: la división de las clases sociales según criterios adecuados
para explicar acontecimientos sociológicos, como el nivel salarial
(clase media, clase media alta) o la profesión (controladores aéreos,
etc.), resultan del todo inoperantes para señalar y explicar fenómenos
económicos. La segunda puntualización es asimilar que los intereses de
los opresores y de los oprimidos, en función de su relación con los
medios de producción, son siempre contradictorios entre sí (o el uno e
el otro).
Donde
hay desigualdad hay una relación entre el dominador y sus dominios,
entre el opresor y el oprimido. La igualdad es precisamente la ausencia
de estructuras de dominio. Ahora bien, ¿cómo se presenta esa desigualdad
en nuestras democracias donde las leyes se aplican por igual a cada uno
de los ciudadanos independientemente de su condición sexual, religiosa,
etc.? La respuesta reza así: porque somos formalmente libres, pero
estamos materialmente coaccionados, es decir, porque existe una coacción
material que anula esa igualdad legislativa. La moderna sociedad
burguesa, dice Marx a este respecto, no ha abolido las
contradicciones de clase, sino que únicamente ha sustituido las viejas
clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha
por otras nuevas.
Más
arriba se mencionó que como economista (como un estudioso que se
propone delimitar y explicar los fenómenos económicos) a Marx le
interesa considerar las clases sociales como la relación de éstas con
los medios de producción, perspectiva desde la que decíamos que no tenía
sentido hablar de clases medias porque éstas se entendían como
desposeidas de los medios de producción, esto es, como proletariado;
pues bien, así consideradas (desde su relevancia económica y no
sociológica), en nuestra moderna sociedad capitalista hay dos grandes
clases sociales: los propietarios de los medios de producción, y los
desposeidos de los medios de producción, o como los denomina Marx,
burgueses y proletarios. Fijémonos que trabajar es para el ser humano
una función tan vital como respirar, pero el proletariado ha sido
separado de los medios de trabajo, de sus pulmones (si seguimos la
analogía), y su vida depende enteramente del hombre burgués, aquel que
es propietario de los medios de producción pero que NECESITA una
mercancía que mantenga sus medios de producción en funcionamiento, y es
de este modo como se establece la relación del salario, aquella que se
da entre el burgués y el proletario. En el salario el empleador no paga
al empleado todo lo que produce, sino unicamente el precio de la
mercancia fuerza de trabajo que se establece en función de lo que
necesite esta mercancía para regenerarse con vistas a poder volver a ser
utilizada. Pues bien, a esa relación que se establece en la producción
entre el burgués y el proletariado, entre el que compra la mercancía
fuerza de trabajo y el que la vende, a esa relación, digo, Marx le llama
explotación; y a la diferencia entre el salario que le corresponde al
trabajador y el que recibe (que no es más que lo necesario para asegurar
su subsistencia) Marx le llama plusvalía o salario no pagado. La
plusvalía, que se genera como hemos visto en esa relación de
explotación, es la condición sin la cual no habría beneficio.
Hasta aquí se da por concluida la exposición de lo que son las clases sociales. Pues bien, consecuentemente con lo lo que hasta aquí hemos dicho sobre las clases sociales, la lucha de clases no puede ser otra cosa que la fricción permanente en la que entran los intereses de las diferentes clases sociales en el reparto de la riqueza, es decir, lo que beneficia a la una perjudica a la otra. En la sociedad burguesa (la sociedad capitalista donde la clase dominante es la burguesía) la forma concreta que toma la lucha de clases se manifiesta en la tensión permanente, aunque con cambios de intensidad (velada unas veces, otras franca y abierta) que se establece entre los intereses de la burguesía y del proletariado por el reparto del salario (no sólo salario directo, sino también indirecto). En el contexto de crisis actual lo dificil no es explicar las recetas neoliberales recurriendo al concepto de lucha de clases, lo realmente extraordinario es explicar estas recetas operando desde la idea tan ampliamente aceptada de que todos estamos en el mismo barco y debemos remar en la misma dirección, como si no hubiese división de la sociedad en clases y todos (burgueses y proletarios) tuviésemos los mismos intereses, cuando lo cierto es que hay una escisión social que provoca que lo que beneficia a unos perjudica a los otros, esto es, que hay intereses de clases contrarios entre sí. Por ejemplo, del mismo modo que el paro o abaratamiento del despido beneficia a los propietarios de las empresas, perjudica enormemente a los trabajadores, y esta es una lectura para cada una de las reformas estructurales que se acometen no sólo desde el comienzo de la crisis, sino desde la entrada de nuestro país en la Unión Europea: política de privatización de empresas públicas (porque no hay sector privado que pueda competir con una entidad cuyo fin no es la obtención de beneficio, sino la satisfacción de las necesidades de la sociedad), disminución progresiva de los salarios, introducción progresiva de la temporalidad laboral, etc., esto es, quitar siempre y progresivamente del mismo lado para ponerlo en el otro, lo que antes estaba en el lado de los salarios ahora está en el lado del salario no pagado o plusvalía, que es la fuente del beneficio.
Hasta aquí se da por concluida la exposición de lo que son las clases sociales. Pues bien, consecuentemente con lo lo que hasta aquí hemos dicho sobre las clases sociales, la lucha de clases no puede ser otra cosa que la fricción permanente en la que entran los intereses de las diferentes clases sociales en el reparto de la riqueza, es decir, lo que beneficia a la una perjudica a la otra. En la sociedad burguesa (la sociedad capitalista donde la clase dominante es la burguesía) la forma concreta que toma la lucha de clases se manifiesta en la tensión permanente, aunque con cambios de intensidad (velada unas veces, otras franca y abierta) que se establece entre los intereses de la burguesía y del proletariado por el reparto del salario (no sólo salario directo, sino también indirecto). En el contexto de crisis actual lo dificil no es explicar las recetas neoliberales recurriendo al concepto de lucha de clases, lo realmente extraordinario es explicar estas recetas operando desde la idea tan ampliamente aceptada de que todos estamos en el mismo barco y debemos remar en la misma dirección, como si no hubiese división de la sociedad en clases y todos (burgueses y proletarios) tuviésemos los mismos intereses, cuando lo cierto es que hay una escisión social que provoca que lo que beneficia a unos perjudica a los otros, esto es, que hay intereses de clases contrarios entre sí. Por ejemplo, del mismo modo que el paro o abaratamiento del despido beneficia a los propietarios de las empresas, perjudica enormemente a los trabajadores, y esta es una lectura para cada una de las reformas estructurales que se acometen no sólo desde el comienzo de la crisis, sino desde la entrada de nuestro país en la Unión Europea: política de privatización de empresas públicas (porque no hay sector privado que pueda competir con una entidad cuyo fin no es la obtención de beneficio, sino la satisfacción de las necesidades de la sociedad), disminución progresiva de los salarios, introducción progresiva de la temporalidad laboral, etc., esto es, quitar siempre y progresivamente del mismo lado para ponerlo en el otro, lo que antes estaba en el lado de los salarios ahora está en el lado del salario no pagado o plusvalía, que es la fuente del beneficio.
Aunque se podría estar tentado en pensar que el final de esta tensión entre intereses contrarios a la que hemos llamado lucha de clases se producirá cuando las clases dejen de existir, lo cierto es que del mismo modo que no hay un final de la historia, tampoco lo hay de la lucha de clases. Esto no quiere decir que no pueda llegarse a constituir una sociedad sin clases, sino que incluso una sociedad sin clases está expuesta al paso del tiempo, y la peculiaridad de el tiempo es que dentro de él ocurren las cosas, se van sucediendo, no permanecen inmutables por toda la eternidad como en la metemática y, por lo mismo, seguirá habiendo aspectos de la realidad contradictorios entre sí. Marx lo explica así en una carta a Joseph Weydemeyer del 5 de marzo de 1852: "Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1)que la existencia de las clases sociales sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2)que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3)que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases (...)". Para Marx la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado, recurso éste para hacer frente exclusivamente a la situación excepcional en la que, tras una revolución, el proletariado se estableciese como clase dominante, para disolverse paulatinamente junto con la burguesía, mediante la abolición de la propiedad privada capitalista, en la transición hacia una sociedad sin clases. Se trata de la emancipación de un contexto de relaciones de explotación en el que una clase no tiene sentido sin la otra, por ello la dictadura del proletariado es liberadora de los dos polos sociales, del oprimido y del opresor: se trata de establecer las condiciones que garanticen una igualdad material.
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